Un articulo del “New York Times”, traducido y reproducido por “El País”, incide detalladamente en las duras condiciones de trabajo en las factorías chinas que surten a las grandes marcas de electrónica, refiriéndose expresamente a Apple y una explosión en un centro de trabajo de la empresa china Foxconn en Chengdu, ciudad fabril de unos 14 millones de habitantes en Sichuam.
La situación descrita es dramática, sobre todo hablando de la segunda economía del mundo: Jornadas interminables en pie o en sillas inadecuadas, alojamientos hacinados, tratamiento muy deficiente de residuos peligrosos y desprecio a la mas mínima seguridad de los trabajadores. Las empresas “tecnológicas”, Apple, Hewlet-Packard, Samsung y tantas otras que se aprovechan de los costos de producción chinos, se escudan en las auditorias que hacen a sus proveedores del gigante asiatico y que exigen que se corrijan los problemas encontrados, pero en palabras del propio articulo, aunque “los altos cargos quieren mejorar las condiciones dentro de las fábricas, esa dedicación flaquea cuando entra en conflicto con las relaciones con proveedores cruciales o con la entrega rápida de nuevos productos”. Esto inmerso en una fuerte espiral de aumento de beneficios, innovaciones constantes y demandas de los usuarios de mas y mejores productos, crea una ecuación de resultado previsible: Entre los beneficios y la justicia social siempre ganan los primeros.
Otro ejemplo de la ética laxa de las compañías “tecnológicas” lo pone otro articulo, también de “El Pais”, en el que explica el entramado de “ingeniería económica” que han elaborado estas empresas, Apple y Microsoft a la cabeza, para evitar los impuestos fuera de EEUU.
Es decir que en la Europa en crisis donde los gobiernos exigen cada vez mas y mas sacrificios a sus ciudadanos, que son ademas objetivo primordial de estas compañías, se dejan de percibir importes millonarios de impuestos permitiendo auténticos encajes de bolillos financieros a empresas con grandes beneficios. Nadie los persigue ni se lo plantea. ¿Como se come a la luz de esto que el parlamento español gastara 498.000 euros en IPads, Iphones y lineas ADSL para nuestros mimados representantes en plena recesión? ¿Se molesta alguien en controlar las empresas suministradoras? Obviamente No.
Esto nos lleva a un elemento clave y que se olvida habitualmente: El desprecio del consumidor final, atraído como un niño por el ultimo juguete tecnológico, a como se consigue poner un producto de alta tecnología al precio que se le esta poniendo. Las empresas punteras de telefonía, telemática y electrónica en general están en una carrera tecnológica desbocada en la que parece que vale todo: Defraudar, explotar o financiar guerras en África comprando coltan sin preguntar su origen.
Y es un gran negocio por que el usuario final no quiere saber el costo humano de la baratija tecnológica que tiene en sus manos. No le importa. El comercio justo acaba, para unos pocos, con el café y para la mayoría ni eso.
Como resumen me quedo con una frase de Heather White, investigadora de la Universidad de Harvard, citada en el primer articulo: “Y, ahora mismo, a los clientes les importa más tener un iPhone nuevo que las condiciones laborales en China”.
Bowie, “China Girl”.
30 de enero de 2012
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