2 de agosto de 2005

De tomates, hierba y ladrillos.


Hace algún tiempo leía un articulo del diario “El Mundo” que se refería a la proliferación en la región de Murcia de campos de golf. Leyéndolo me dio por reflexionar sobre los lugares comunes y muchas veces falsos que se utilizan para manejar a la opinión pública. Me llamó mucho la atención el hecho de que se ligara el desarrollo de complejos deportivo/residenciales (los famosos resorts, vamos) en torna a campos de golf, con la desertización. ¿Cómo el hecho de plantar hierba por si solo puede favorecer la aridez de una zona? Es bastante ridículo. Solo se mantiene en el sentido de substraer caudales de agua de los escasamente disponibles de otros usos que favorezcan a la cubierta vegetal, fundamentalmente el agrícola, pero no olvidemos que la agricultura más rentable actualmente es la intensiva, fundamentalmente de hortalizas, que implica un uso de pesticidas y abonos químicos muy grande y que si incide objetivamente de manera negativa en la capacidad del suelo para soportar elementos vivos.

Si tomamos un poco de perspectiva e intentamos analizar la realidad murciana y su futuro probablemente podamos esclarecer nuestro análisis. Actualmente el campo murciano (como el israelí por ejemplo), contrariamente a lo que se dice muchas veces, es un sector en el que el uso de todo tipo de tecnologías esta llevando la productividad del suelo al máximo posible y no obstante pierde rentabilidad frente a países menos avanzados tecnológicamente, pero con menores costos y la suficiente proximidad a los mercados como para hacer viable la distribución (Marruecos, Túnez...). De hecho la reforma de la política agraria común de la UE, realizada de hace unos tres años (de corte neoliberal y en la que el gobierno del momento, encabezado por el señor Aznar no defendió eficazmente los intereses del sector agrario español) y los acuerdos con otros estados, plantean una apertura paulatina pero rápida de los mercados europeos de frutas y hortalizas y supone, para amplísimos sectores del campo español y en concreto del murciano, la sentencia de muerte a medio/corto plazo, al no poder competir con los costos de terceros países. No quisiera que parezca que abogo por cerrar los mercados, ya que es de justicia permitir que estos países se desarrollen, mas bien creo que deberíamos haber tomado las medidas precisas, desde un punto de vista realista y con tiempo.
Asumiendo que el sector agrario murciano vera reducido su peso en la economía y en el empleo, la única salida que parece valida es centrarse por un lado en productos con un alto valor añadido (cultivos biológicos, alta calidad, etc.) y en el “mantenimiento ecológico del territorio” como plantea la PAC al subvencionar superficies y no producciones. Queda por ver si estas subvenciones permitirán preservar el arbolado frutal de alto valor ecológico o se deberían de arbitrar medidas complementarias. Es de resaltar sobre todo el impacto que esto va a tener en el empleo.
La resolución de la bolsa de trabajadores de media y baja cualificación es cuanto menos compleja. El modelo industrial actual de media y alta tecnología no parece capaz de experimentar un crecimiento tal que le permita absorber contingentes significativos del sector agrario. El sector turístico tradicional (soy y playa) esta bastante saturado y la rentabilidad del mismo tiende a la baja por la competencia de otros paises y la poca especificidad de la oferta. Frente a esto el plantear complejos que ofrezcan un turismo más elaborado, menos estacional y de mayor nivel de gasto me parece una mejor opción que vender el territorio en parcelas, siempre y cuando se garanticen los aportes de agua, el respeto de las zonas de alto valor ecológico (incluidas por ejemplo las plantaciones de frutales que ahora no están protegidas) y la capa vegetal se adecue en lo posible a la aridez reinante. Y es en esto es en lo que debería incidir mucho la política medioambiental, en garantizar los recursos hídricos mediante nuevas explotaciones y no sobreexplotando los existentes, fundamentalmente desalinizando agua, llevándola donde se precise y repercutiendo los costes en función de la capacidad e asumirlos que tengan los distintos sectores.

La insolidaridad regional que se ha generalizado en nuestro país(¿De taifas?), nos debe de llevar a plantear siempre alternativas viables y sostenibles desde el punto de vista político: no se puede vivir constantemente en la incertidumbre, se ha de gestionar contando exclusivamente con los recursos propios. Por eso me parecería acertado que los recursos que consuman los campos de golf y las instalaciones anejas, vengan de la desalación y no exclusivamente del reciclaje de las aguas residuales de las urbanizaciones en torno a los mismos (como se mantiene en el articulo citado al comienzo, pero que no dice de donde se van a nutrir) ya que esto implicaría elevar el índice de urbanización, lo que si que implica un deterioro medioambiental severo, tanto por consumos (energéticos, de agua, etc.), como por expansión de infraestructuras (carreteras y viales) o la necesidad de roturar mas intensamente el terreno.

Aquí entramos al meollo de la cuestión: ¿Qué modelo, de verdad se esta aplicando? Si vemos objetivamente el desarrollo de los últimos años, constataremos que la expansión del negocio en las costas ha sido fundamentalmente inmobiliario, se ha fomentado la cultura del ladrillo y el hormigón por encima de todo, urbanizando lo inurbanizable, sin hacer caso no ya al deterioro paisajistico, tampoco a los fiascos inmobiliarios (véase el monte blanco, en la Manga del Mar Menor). Así se sigue aprobando macroproyectos de construcción basados en urbanizaciones abigarradas que oculta bajo una supuesta media o baja densidad aumentos espectaculares de la población sin desarrollo de servicios de forma paralela. Y con un agravante, y es que la construcción se hace para venta de viviendas y no de servicios, y una vez edificadas y vendidas ¿Qué empleo, que riqueza sostenible generan? Muy poca. Por el contrario los resorst al uso basados en deportes, sea golf, sean náuticos u otros, generan un empleo estable, ya que implican siempre una demanda de servicios constante. De igual manera potenciar un turismo menos masivo y mas cultural propicia un empleo sostenible y menor impacto sobre el entorno.

Quizá seria el momento que los responsables regionales se quitaran el ladrillo de la mesa de despacho y dejaran de hacer oposición al gobierno central y que, velando por los intereses de todos los murcianos, lideraran el cambio de la economía regional a una agricultura mas especializada y conservacionista, a una industria mas diversificada y a un turismo de mayor calidad, pensando en el futuro sostenible de la economía y no en los beneficios inmediatos que se quedan fundamentalmente en los grandes grupos inmobiliarios y las empresas constructoras.
 

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