
En fin, no se comportaba como un cenutrio recalcitrante y que teniendo en cuenta el nivel de civismo que existe en la calle (y lo que es peor, añado yo, en las personas "responsables" de todo esto), el no podía ser del mismo planeta. Muchos nos sumamos a su opinión con un goteo importante de cartas y mensajes pero, como todo, eso paso y pocos lo recordaran. Pensándolo fríamente y en vista de cómo esta el patio, me parece que la única nacionalidad que merece la pena tener es la marciana, así que he decidido mudarme a la República de Marte.
Saludos terrícolas, hasta la próxima.
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