13 de junio de 2005

La perdida de la memoria ancestral.

Es un tópico, pero real, que los tiempos adelantan que es una barbaridad. Estos días se celebra el veintavo aniversario de la adhesión a la UE y todo el mundo pone de manifiesto lo que hemos cambiado para bien; de hecho el articulo de "El País" del Domingo incluía una foto de una chica, rubia y de ojos verdes, con las banderas de España y de la UE. En fin, ya nos queda menos para ser rubios y de ojos azules.

El comentario inicial no obstante, venia a cuento de la forma en que han cambiado las relaciones personales y familiares desde que yo era pequeño hasta ahora. Paulatinamente hemos ido perdiendo la transmisión oral de la memoria y de la mitología familiar, es decir de una visión particular de la historia basada en las vivencias de las familias.
Recuerdo cuando de niño nos reuníamos en las fiestas y, sobre todo a la hora del postre, los chiquillos nos acercábamos a la sobremesa de los mayores con el reclamo de los dulces y casi forzosamente oíamos las historias, tantas veces repetidas de padres, tíos, abuelos... Estas historias conformaban poco a poco en nuestra mente una autentica mitología familiar alimentada del tío muerto en la guerra civil, el abuelo que dormía con el ataúd a los pies de la cama, la tía que falleció de pequeña, en definitiva de esas historias curiosas, pequeñas y diversas de las que todas las familias están repletas. Paulatinamente estas reuniones se han ido espaciando por la dispersión geográfica y las historias "del abuelo cebolleta" han perdido interés para los pequeños. ¿Cómo competir en fascinacion con la tele, el cine o los videojuegos? Muy difícilmente, sobre todo cuando los vínculos familiares son cada vez mas fríos y asépticos. Dicen que la distancia es el olvido y la falta de trato conlleva la falta de interés en las personas y el distanciamiento con los familiares.

Lo dramático de todo esto es que así perdemos nuestra historia, la de verdad, la de primera mano. Si nadie nos la cuenta nos tendremos que creer la historia tal y como viene en los libros, no tendremos ni un criterio subjetivo para contrastarlos. Hoy la historia es abandonada y manipulada abiertamente, víctima del descrédito como tantas otras de las llamadas humanidades, en aras del utilitarismo y del resultado inmediato.Pero sin darnos cuenta, mientras nos alejamos de las historias de los viejos de la aldea contadas alrededor del fuego, cada vez perdemos un poco de algo básico para identificarnos como seres humanos: el tener una memoria colectiva interiorizada como nuestra. A fuerza de ver películas queremos vivir en una de ellas y si no, la negamos y vivimos una falsa realidad. Pero lo queramos o no la vida nos obliga a ser actores de nuestro momento histórico y de nuestras cicustancias, aunque el papel sea de extra de relleno y no de protagonista y si no sabemos de donde venimos difícilmente podremos llegar a saber a donde vamos.

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