25 de julio de 2006

Las cosas de la vida.

¡Como pasa el tiempo y como cambian las cosas!. Parece que estamos en un mundo acelerado y desbocado, que nos lleva no sabemos a donde ni por donde. Muchas veces tengo la sensación de ir montado en un tigre ciego y loco del que, ya se sabe, no se baja cuando uno quiere sino cuando el tigre tiene hambre. Y esta ciego y loco (o tonto) por que no se da cuenta que nos lleva a un abismo de fuego.

A veces desearía que de verdad existiese ese gobierno en la sombra del mundo, esos siniestros ricachones con chisteras y todo, que dirigieran la humanidad. Al menos habría alguien al timón y se preocuparía de su propia supervivencia. Pero tal y como están las cosas creo que no, que van improvisando sobre la marcha y cada una de las personas con parcelas o parcelitas de poder no ve, como si llevaran unas antiparas, mas allá del interés inmediato de su grupo. ¿Cómo si no se explica la irresponsabilidad general de los políticos, no solo en España, sino en todo el mundo? ¿O la de los financieros, puliéndose el planeta como si hubiese otro listo para salir ellos corriendo? Vale, hemos de admitir que en el siglo pasado estuvimos muchas veces al borde de la catástrofe y salimos mas o menos airosos, indignos la mayor parte de la veces pero con daños mas o menos reparables (unos millones de muertos, una bagatela vamos), no obstante parece que deberíamos haber aprendido algo, quizá no mucho pero alguna cosa al menos por instinto de supervivencia. ¡Pues va a ser que no, ni de la guerra fría, ni del deterioro del planeta, ni de nada de nada!.


No hemos conseguido aprender lo mas mínimo ni de los mas dramáticos episodios de la historia: Cuando los visigodos atravesaron el Danubio y masacraron (eficazmente)al ejercito romano en Adrianopolis, no lo hicieron por gusto, su sistema de vida era servir de soldados en el imperio, cobrar subsidios de los romanos (ya muy blanditos ellos para defenderse por si mismos) y saquear esporádicamente cuando necesitaban mas. Lo hicieron empujados por el miedo a los hunos y por que, acorralados entre aquellos y el imperio, no tenían otra salida.
Y ahora 1.600 años después, ¿No estamos dejando sin otra salida a la gente del "tercer mundo" (¿Hay que recordar que bárbaro quería decir extranjero?), mas que el asalto migratorio suicida o el extremismo de todo cuño? En la película "El año que vivimos peligrosamente" el conductor indonesio pregunta al periodista australiano protagonista: "Viviendo ustedes tan bien, ¿No es justo que nosotros tengamos derecho a querer vivir así?". Y en verdad, es justo.

Somos unos monos poco diestros, pero terribles para las demás especies que ahora nos dedicamos a matarnos entre nosotros no con quijadas de asno sino a golpe de misil nuclear, bomba "inteligente" (desde luego mas que quien la usa) y suicida inmolándose. La democracia ha llegado a la masacre: ya no es exclusiva de las grandes potencias la muerte industrial y puede que venga a llamar a nuestra puerta cualquier día. Y lo malo es que como nos descuidemos, lo mereceremos.

Como diría mi paisano Perez Reverte, nos van a dar las nuestras y las del pulpo, por canallas y cobardes, la peor unión que se puede dar, pero que suele ser común al crepúsculo de todos los imperios.
 

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